miércoles, 15 de diciembre de 2010

res extensa.

Quiero irme, no se a donde pero quiero irme, lejos. 
Buenos Aires me mata, su ritmo, su hacinamiento, su locura, sus luces, su excesiva humanidad, me mata. Buenos Aires no es para mi, pero se me hizo  tan carne que no se donde empieza ni donde termina.

Nunca me asustó la marginalidad, entro y salgo cuando quiero, cuando quiero. Con esta carita de nena buena, con este vocabulario enriquecido por mi educación luterana, con estas tetas y con los kilómetros de calle que tengo encima, entro y salgo cuando quiero, cuando quiero.
Cuatro bolsas nos tomamos el viernes, nunca había tomado tanto y si hubiese sido por mi seguíamos pero el cajero no quiso entregar más plata. Una vez más el sistema tuvo que indicarme la “normalidad” y tuve que parar. Quería seguir, quería irme, a no se donde, pero quería seguir, treparme a un árbol, andar por los techos. No sentía calor, ni frio, ni dolor, ni nada, no sentía el cuerpo, no tenía cuerpo. Había logrado lo que Descartes buscó por mucho tiempo en sólo una noche y cuatro bolsas. Escindida completamente, escindida y con cuerpo de mujer, tentadora, una gata cuando quiero y con cuatro bolsas una gata en celo, oscura, terrible, con las patas llenas de brea. Una sonrisa, de esas bien mentirosas, dibujada en la cara, mi cara que para ese entonces no era ni mía ni de quién me miraba, no era de nadie. No tenía cara, no tenía cuerpo, estaba ahí pero no estaba, estática, con la sonrisa dibuja y los ojos para adentro, con tantos pensamientos juntos que no pensaba en nada. Por suerte. Con todos los disfraces juntos, todos juntos, desprolijos, amontonados sobre mi cuerpo, un cuerpo que no era mio, ni de nadie.

Buenos Aires me mata,  de a poco y con muertes cada vez más dulces. Con su permanente compañía tan ficticia como sus luces, con su abundancia, sus bocinas, sus millones de alfombras para barrerles debajo.  Buenos Aires no es para mí, pero también soy yo y entonces no puedo dejarla, donde vaya estará, con la sonrisa burlona dibujada en una cara sin forma.

Quiero irme, no se a donde pero quiero irme, lejos. No escaparme, esta vez, sino irme. 

(para m. entre lo oscuro, lo grotesco y lo hermoso que tiene andar caminando con el corazón en la mano)

1 comentario:

Anónimo dijo...

maravilla -E. N.