jueves, 25 de noviembre de 2010

zoología fantástica.

Fisiología del gatite:

Los gatites son un modo de ser entre el felino y el humano, son seres extraños que te generan ternura, cierta empatía y una pizca de odio profundo.
Tienen un lenguaje en el cuerpo, que aunque parecido, se traduce muy distinto al nuestro. Con el gatite uno tiene que desaprender lo aprendido y reinventarlo todo de nuevo.  
Ellos  primero te observan, te miran fijo, como si no miraran nada y te observan, ven en diagonal todos los detalles, anticipan movimientos. Hacen parecer que no es interesante nada de lo que miran, que nada los conmueve, están ahí simplemente expectantes, agazapados sin la necesidad de poner las orejas para atrás, agazapados todo el tiempo.
Necesitan observar, oler, anticipar por sobre todo, tener siempre una garra a medio sacar, alguna uña ansiosa, lista para salir.
Son engañosos y por eso también muchas veces  mal queridos. Aquí los humanos no apreciamos el engaño, sólo vemos en él lo negativo, y no es difícil de creer porque por lo general sólo ponderamos los resultados olvidándonos de los  procesos. El gatite en cambio,  es un ser que realmente entiende de procesos, es un ser que encuentra en el engaño sutileza, elegancia, elaboración, jugando siempre con lo que puede ser y con lo que es.
Tienen muy desarrollado, al igual que sus primos hermanos,  el desapego, y para ellos al contrario de lo que significa para nosotros, eso no se traduce en abandono o una excusa para no poner el cuerpo. Los gatites están ahí hasta que deciden irse y están ahí con todo el cuerpo, ronroneando, gustosos, mostrándonos su panza peluda,  recibiendo y dando todo lo que hay para recibir y dar en el momento. Después, por lo general sorpresivamente, se van y no miran para atrás, no nos hacen novelita, se van y no sienten culpa, se vuelcan a hacer sus cosas, hasta que realmente les da ganas de volver y entonces vuelven, así sin más, sin plantearse ni sentir nada. Tienen como un timer en el cuerpo que cuando se activa, por mucho que uno haga, salen rajando hasta que les vuelvan las ganas de ronronear.
Estos seres en realidad no tienen  nombre, pero si te quieren responder, responden a casi cualquiera que le pongas. Es una cuestión empático-fonética, una cuestión de energía y configuración de escorzos.
A los gatites no hay que tenerles miedo, sólo paciencia.